La Cuaresma como tiempo de discernimiento vocacional.

Con el símbolo de la cruz en la frente, los cristianos se disponen a un tiempo de preparación y meditación interior que permite experimentar un gozo mucho más grande del acontecimiento de la pasión, muerte y resurrección del Señor. La Cuaresma, por tanto, es el tiempo que prepara al corazón y a la mente para entender el sacrificio de Jesús.

Pero no sólo es un tiempo de reflexión y preparación, también es un tiempo que admite al discernimiento vocacional ayudado por el silencio, la oración y las obras de misericordia. En consecuencia es estar atento a la escucha del llamado de Dios y pedirle que ilumine la voluntad y el deseo hacia la consagración religiosa o sacerdotal.

Así mismo, el beato Santiago Alberione habla sobre la Cuaresma y la Pascua como un tiempo donde se conoce la identidad de Jesús, entendida como aquel “Pastor divino que predica su doctrina y se inmola por sus ovejas”.

Por tanto, bajo esta reflexión del padre Alberione, la Cuaresma, dentro del marco vocacional, es el tiempo apropiado de conversión y tiene como finalidad en nosotros alcanzar la perseverancia y la templanza en nuestras convicciones y metas espirituales, que luego se traducirán en respuesta a nuestra inquietud vocacional, como un deseo de anunciar el Evangelio y guiar al pueblo de Dios.

En conclusión, la Cuaresma se convierte en un tiempo especial para pensar, reflexionar y buscar en nuestro interior, a través de la oración, el ayuno y las obras de misericordia, si Jesús nos invita a seguirlo, para hacernos pescadores de hombres y pastores de su rebaño.