Cuando en los Evangelios se nos dice que Jesús sube a la montaña, lo hace para orar, para comunicarse con su Padre. Según el texto de bíblico de San Marcos “Después subió a la montaña y llamó a los que Él quiso” (3,13). A lo largo del camino eligió a doce, a los cuales les llamo amigos (Jn 15,15) estos se convirtieron básicamente en su familia.
El Maestro, como es costumbre debe enseñar, explicar y guiar a sus discípulos. Jesús no es la excepción. La Sagrada Escritura nos dice que los discípulos en diversas ocasiones le pidieron que les enseñara “Señor enseñamos a orar” (Lc 11.1) y Este en muchas ocasiones también los reprendió “¿No entienden esta parábola? ¿Cómo comprenderán entonces todas las demás?” (Mc 4,13). Observamos que el Maestro siempre formó a los que Él eligió y no lo hizo para que permanecieran con Él, todo lo contrario, los envió para que ellos también enseñaran y formaran más personas (Mt 28,19).
Jesús llamó a los apóstoles a una tarea fundamental, a una vocación, la cual exige unos elementos:
Para el Hijo de Dios son tan importantes sus amigos, que paso toda una noche orando para realizar una buena elección (Lc 6, 12-13). Jesús oró para para elegir a las personas que lo acompañarían en el trascurso de su vida pública. Si nosotros optamos por un seguimiento fiel a Cristo debemos: orar, renunciar a todo, modelarnos al estilo propio de Jesucristo y buscar ante todo la santidad. Jesús promete a sus discípulos que nunca estarán solos y de esta manera también nos lo promete a nosotros, pues con nosotros estará siempre el Espíritu Santo.
Por: Juan José Rios Torrado. Aspirante Pauliuno.